Javier llegó a su oficina y se sentó en su lugar. Javier era Ingeniero calculista en una empresa que vendía e instalaba Aires acondicionados. Un negocio local y familiar con el que había crecido durante 12 años. Mientras encendía su computadora, admiraba un retrato encima de su escritorio. En la fotografía aparecían un adolescente y una niña abrazando a Javier y a una mujer con lentes de sol y un estilizado gorro de mimbre con flores. Los veranos acampando, pensó Javier con nostalgia. Luis tenía 13 y María José 9 en esa foto. Su esposa Maribel tendría unos 38 y él seguro unos 43 años. Cómo pasa el tiempo, se dijo a sí mismo.
A media mañana, Javier fue por un café a la cocina. Terminaba de preparárselo cuando entraron tres compañeros suyos. “¿Supieron lo de Rafa?” preguntó Claudia “Sí, caray. Presentó su renuncia la semana pasada” replicó Roberto. “Al final no se fue. Al parecer lo cambiaron de puesto y ahora tiene una oficina propia” dijo Julio al auditorio. “¡¿Cómo?! ¿En serio? Pero si lleva apenas 2 años en la empresa” propinó Claudia. “Así que chiste, yo también voy a renunciar a ver si me ascienden ¿o no, Javier?” remató Roberto.
Javier observó a su equipo y preguntó con calma “¿Ustedes tienen hijos?” “Yo no” dijo Claudia. “Ni yo” secundó Roberto. “El mío viene apenas en camino ¿pero a qué viene esto?” dijo Roberto. “Cuando yo era niño, mi papá me inscribió a una academia de fútbol. La verdad es que no era muy bueno y de veras que lo intentaba. Los primeros años Papá me insistía mucho, intentaba motivarme, entrenar conmigo y a veces hasta me regañaba. Por más que le explicaba que no era lo mío, él insistía en que continuara. Me enseñaría disciplina, decía y me repetía que rendirse no era una opción. Después de varios años, hubo una época en la que me rebelé. Cometía tantas faltas como pudiera, tiraba para autogol, de todo para que me sacaran del juego” compartió Javier.
“Un día mi papá, que era bastante estricto, me sorprendió al pedirme que me reuniera con él en la sala. Se tomó su tiempo, y con mucha calma, se dispuso a escuchar mis razones para salir del fútbol. Me preguntó qué quería y le dije sin duda que Motocross. No estuvo tan de acuerdo, pero me dijo que me apoyaba siempre y cuando yo trabajara y ahorrara para comprarme mi moto y me pagara mis clases. Lo intenté y lo dejé después de un par de meses y huesos rotos. Al final me di cuenta que no era muy bueno para los deportes, pero mi papá me dejó intentarlo.”
“El Ingeniero Martínez ha sido como un padre para mí en este tiempo que llevo en la empresa. Me recuerda mucho al mío y confío en sus decisiones. Siempre me ha escuchado y me ha dado su voto de confianza en los proyectos. Estoy seguro que sus razones tendrá para haberle dado a Rafa esa oportunidad. Sé que a Rafa no le iba muy bien en lo que hacía, pero tenía muy buenas ideas y ya había levantado la mano varias veces con los líderes. Pero al parecer le dieron la misma respuesta que mi papá me dio a mí en un principio: Rendirse no es una opción.”
“También he aprendido mis propias lecciones como padre. Desde que nacieron mis hijos, mi misión siempre había sido ayudarles a ser independientes. Lo único que no me había quedado claro hasta ahora, era que cuanto mejor padre fuera, más rápido crecerían y menos me necesitarían. Seguramente el Ingeniero Martínez se debatió entre dejar ir a Rafa o no, pero 2 años parecen pocos para haber dado batalla hasta el final. Quizá pensó en darle un poco más de independencia a Rafa, a pesar de que no lleva tanto tiempo.”
“Mi padre me enseñó que un buen líder escucha y se involucra, no solo traza límites. De él aprendí que debes otorgar libertad a tus hijos y a tus equipos para que se equivoquen y aprendan en el proceso. Y de mi experiencia como padre, aprendí que hay que saber dejar ir. Así que, deseemosle suerte a Rafa en su nuevo proyecto y permitámosles a él y al Ingeniero Martínez equivocarse. Amigos míos, ser líder y padre es muy similar. Lo que me han enseñado ambos roles es que en la vida hay que estar presentes, ser agradecidos y disfrutar el viaje.”